Historia

Dr. Umbert Corderas

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Nació en S. Feliu de Codinas en 1879 y, apenas cumplidos los ocho años, quedó huérfano de padre y madre. Ello motivó su inmediato traslado a Barcelona, donde un tío por parte paterna actuó como preceptor.

Dentro de una disciplina severa, y un ambiente en el que no se distinguían preocupaciones intelectuales, cursó el Bachillerato y, a continuación, los estudios médicos en la Universidad de Barcelona.

Una vez licenciado en Medicina y Cirugía en el año 1901, y sin mediar tradición ni influencia algunas, empezó su especialización en Dermatología y Sifilografía de acuerdo con los términos propios de la época y decidiendo, a su vez, completar sus estudios en un centro médico extranjero.

Realizó una estancia de dos años en París, en el Hospital de la Pitié , junto al Dr. J.Darier ( figura indiscutible en la historia dermatológica europea) y en el Laboratorio Nosocomial (enfermedades infecciosas) de Saint-Louis que dirigía el Dr.Gastou ( pionero en las nuevas corrientes anatomopatológicas).

Cumplido el período de dos años regresó a Barcelona alternando la medicina privada con la hospitalaria. Trabajó en los servicios de dermatología del Hospital de Niños Pobres de Barcelona  y tambien en el Hospital de la Santa Creu , hasta que fallecio el 9 de mayo de 1922, todavía no cumplidos los 43 años y estando en  plenitud de sus facultades intelectuales.

Profesionalmente, y al margen de su actividad en enfermedades infecciosas en las que con el tiempo alcanzó un gran prestigio, midió su participación en actos públicos. Sin embargo, en lo tocante a la vida médica, participo en varios eventos y sesiones clínicas en calidad de ponente  y asistente  ,centrando su actividad  en la producción científica escrita: una cuarentena de publicaciones, (media docena en lengua francesa).

Finalmente, en lo tocante a la vida pública, destacó su alegato contra el caciquismo imperante en su villa natal, aproximadamente en el año 1909, que denota la viveza de un hombre independiente, directo y combativo; probablemente un talante que no favoreció sus aspiraciones a ocupar cargos públicos y mucho menos a disfrutar de reconocimientos académicos.

Históricamente, en lo referente a las contribuciones científicas, dejó un legado que puede dividirse en tres grandes apartados:

· Su participación como introductor de las novedades dermatológicas, primordialmente provenientes de la escuela francesa, en el transcurso de unos años vitales en el seno de un país que pugnaba por salir de un estacionamiento científico.

· Sus contribuciones originales tanto en el campo dermatológico como en su prolongación sifilográfica.

· Las revisiones que llevó a cabo sobre los temas más candentes.

Los años de ampliación de estudios en París le permitieron introducir o, acaso mejor, dar fe y constancia de los avances clínicos conseguidos sobre una base anatomopatológica, contando con la ventaja de haber sabido trabar contacto directo, y en algunos casos personal, con las figuras más destacadas de la escuela francesa, con la que mantuvo siempre relacion a través de la Societé Française de Dermatologie et de Syphiliographie con maestros como el Dr.L. A. Broca y el Dr. J. A. Fournier, entre otros.

En referencia a las aportaciones originales, con categoría de novedad sobresalen los estudios sobre “ micosis fungoide”, que identificó como un proceso linfomatoide, hallazgo que constituye el punto de partida de los actuales estudios bioquímicos, ultraestructurales e inmunológicos, encaminados a desenmascarar las proliferaciones malignas, inicialmente extramedulares, del sistema linfoide.

En un tono menor en cuanto a su peso científico, atendió los principios y diferencias de la patología cutánea en Pediatría y, por último culminó unos estudios estadísticos sobre  efectos y resultados de las terapias arsenicales en los cuadros luéticos (sifiliticos) administrados por el canal raquídeo, concretamente en la tabes y la parálisis general.

Las revisiones se centran en el dominio de la lúe (sífilis) a comienzos del novecientos, un complejo capítulo patológico con una enorme repercusión social. En esta dirección publicó «Diagnóstico retrospectivo de la sífilis», que se convirtio en el primer tratado global sobre los estigmas sifilíticos, las lesiones que los originaban y el modo de enfocar el diagnóstico diferencial. Evidentemente, con el advenimiento de los antibióticos, el modo de atajar la lúe dio un giro copernicano. Sin embargo, en su momento, el citado escrito devino una guía fundamental para asegurar la existencia de una sífilis antigua, que desde su estado latente representaba un potencial  foco de contagio. Finalmente, revisó el concepto de parasífilis, vigente hasta la década de los cuarenta, definiendo que englobaba  procesos de origen luético causados directamente por el treponema y definidos por su naturaleza esclerosa vulgar.

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La contribución Umbertiniana se sitúa en la labor de introducción y asentamiento científico de la Dermatología vernácula, que tuvo lugar en las dos primeras décadas del novecientos. La falta de estudios sobre este apartado de la historiografia médica y los cambios acaecidos a mediados de dicha centuria, han mantenido en la penumbra una obra que a la vista de nuevas revisiones comienza a recobrar los méritos de los que se hace acreedora, siendo previsible que ulteriores estudios vayan completando el valor de su contenido en el conjunto de la cultura científica local.

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